martes, 2 de septiembre de 2008



Hoy soy un Kokleten. Mi nombre ya no importa. Solía vivir en una choza más cerca de los llanos que del gran lago que llaman mar. Mis pies nunca pisaron las tierras húmedas que nacen en el gran lago, siempre fue mi madre la que acarreó en su espalda todo el peso de mi cuerpo. Mika si caminó por todas esas tierras, e incluso las que están más allá de los árboles de copas altas. Pero hoy nada de eso importa. Mika ahora también es un Kokleten, y ambos esperamos, trémulos de miedo, la aparición de algún espíritu. A lo lejos mi madre grita el dolor provocado por la ausencia de su hijo.

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